805 millones de personas tienen hambre en el mundo. No es que tengan hambre, es que padecen lo que la FAO (organización mundial de las Naciones Unidas responsable de dar cifras en esta materia) cataloga como ‘hambrientos crónicos‘.
Es decir, que su ingestión alimentaria durante al menos un año no ha llegado a cubrir sus necesidades energéticas mínimas. Alguien puede decir que es una cifra alta, sí, pero que hemos evolucionado porque en 1991 había 1.000 millones de hambrientos. Ya, claro, pero seguimos teniendo 805 millones de personas que no comen
diariamente.
“El hambre es muy confusa“, dice Martín Caparrós en su libro ‘El Hambre’ (ed. Anagrama). “Las cifras varían: es muy difícil calcular con precisión cuántos hombres y mujeres en el mundo pasan hambre. La mayoría vive en países con Estados precarios, incapaces de registrar a buena parte de sus ciudadanos, y las organizaciones que tratan de contarlos tienen que usar, en lugar de censos detallados, cálculos estadísticos”.
“La FAO consiguió últimamente reducir la cantidad de desnutridos en el mundo con un cambio en la metodología de sus cálculos”, explica Caparrós.
Para que nos hagamos una idea, en Europa vivimos 739millones de personas. ¿Se imaginan a todo el continente europeo pasando hambre crónica? ¡Y aún podríamos rascar algunos asiáticos o africanos para comparar la cifra con la cantidad de hambrientos en el mundo! Los datos son terribles, pero te hacen pensar.
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